Protegerse contra el fraude del márquetin en la red

Internet ha abierto la veda a un nuevo y revolucionario tipo de márquetin, cuya capacidad exponencial de alcance se encuentra en relación directa a los interrogantes que despierta a propósito de su eficacia real y del marco legal que protege al empresario frente a posibles abusos. Casos como el de los fraudes en la publicidad por clic –el clickfraud- hacen que resulte sumamente aconsejable que una compañía respalde su inversión con la seguridad legal que le aportan los servicios de un despacho de abogados de reconocido prestigio y profesionalidad como el de Miguel Durán, abogados para empresas en Madrid y localizable en la web madridabogado.net.

El fraude por clic en la publicidad online es un tipo de estafa que se aplica en los contratos del ‘pay per click’ contraídos por la empresa para la ubicación de su nombre en un espacio de preferencia en los buscadores de información de internet, como Google, Yahoo, Bing y demás, así como en redes sociales tan utilizadas como LinkedIn y Facebook. Es decir, que afecta a una de las técnicas de posicionamiento online más populares de la red, el posicionamiento SEM, entre cuyas principales herramientas destacan la popular Google Adwords. De acuerdo con datos del gigante californiano, más de la mitad de los anuncios online no alcanzan la visualización de los internautas. Es decir, de sus clientes potenciales. El problema surge de una serie de ‘bots’ –programas informáticos y sistemas automatizados que imitan el comportamiento de los humanos-, los cuales son los responsables de realizar ese clic que, en realidad, debería estar realizando un cliente interesado en lo que el anuncio o el banner publicitario le ofrece. Es más, de acuerdo con la startup Oxford BioChronometrics, radicada en Luxemburgo, esta serie de ‘bots’, algunos de ellos considerados como ‘humanoides’ e indetectables para las herramientas de análisis y seguridad de los encargados de mantener la publicidad, esta cifra de suplantación alcanza entre el 88 % y el 98 % del ‘engagment’ o conexión que genera la publicidad online. El Internet Advertising Bureau estima que el fraude en la publicidad online podría llegar a costar a las marcas hasta 10.100 millones de dólares cada año.

Este acto delictivo comporta un doble ataque. En primer lugar, se desperdician las visitas recibidas, que son banales y en ningún caso comportan beneficios económicos para la empresa anunciante. En segundo lugar, se da el caso de que algunas empresas competidoras por el mismo nicho de mercado que las anunciantes se sirven de esta serie de ‘bots’ para incrementar exageradamente los clics realizados sobre los anuncios y, de este modo, elevar en correspondencia la inversión que deberán desempeñar estas compañías, ya que el pago de este ‘pay per click’, como su propio nombre indica, se halla en relación directa con el número de clics efectuados. Cuantos más clics recibidos, mayor es la cifra que aparecerá en la factura. Algunos de los métodos mediante los cuales se puede intuir la presencia de estos clics malintencionados son la comprobación de la presencia de un número ilógico de clics provenientes de una misma dirección IP –el número que, por lo general, identifica a un sistema informático en particular, similar a su DNI, salvando las distancias-, la proveniencia de estos clics de una ciudad en particular, que el número de visitas generadas se haya dado en un lapso de tiempo demasiado corto, que todos ellos procedan de un mismo banner en proporción demasiado diferente a la del resto y que el tiempo de permanencia del usuario en la web sea extremadamente bajo o que derive en la consulta insuficiente de las páginas existentes en la web.

Debido a que el volumen de facturación de publicidad online rondó los 50.000 millones solo en 2014 y que Google lidera la clasificación mundial en venta de esta publicidad online, a la compañía americana le han entrado las urgencias para atajar de raíz las suspicacias nacidas en torno a estas nuevas técnicas de márquetin. En mayo, se filtró la noticia de que Google había reunido a un equipo de un centenar de personas –entre las que se encuentra Douglas de Jager, fundador de Spider.io, la reputada empresa anti-malware para anunciantes-, y alejado además del equipo de ventas con el objetivo de evitar un conflicto de intereses, con el objetivo de comenzar ipso facto sus investigaciones acerca del problema.

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