Desarrollar una estrategia de publicidad adecuada a la imagen y los objetivos de la entidad es una inversión fundamental para la prosperidad futura de cualquier tipo de negocio, ya sea un fabricante de automóviles, un mayorista de ropa, una marca de galletas dietĆ©ticas, una empresa de actividades extraescolares, una compaƱĆa aĆ©rea transoceĆ”nica o un establecimiento dedicado a la confección de baberos personalizados, regalos para bebĆ©s reciĆ©n nacidos,Ā de bautizoĀ o proveedores de ropa infantil.
Sin publicidad, la visibilidad de la empresa es nula, en especial si Ʃsta se encuentra en el momento inicial de su actividad. Equivale a no existir en absoluto.
Ā«La publicidad merece el apoyo de todos, porque estimula el crecimiento, acelera la inversión en innovación, promueve la competencia y garantiza la existencia y pluralismo de los medios de comunicación y permite la independencia de estos respecto del Estado.Ā Es un sector clave, y mĆ”s en una Ć©poca de recesiónĀ», sostiene Carlos Romero, subdirector general de Contenidos de la SecretarĆa de Estado de Telecomunicaciones y para la Sociedad de la Información (Setsi), en declaraciones realizadas para el diario El Mundo. Ā«El objetivo es poner a este industria como motor de la economĆa. Genera riqueza y desarrollo. El ministerio se cree su papel de motor porqueĀ la publicidad es clave en todos los sectores industrialesĀ», puntualiza a propósito de un sector que es responsable de crear alrededor del 2 por ciento del producto interior bruto de EspaƱa y que proporciona trabajo a unas 150.000 personas en el paĆs.
La publicidad es el agente encargado de incentivar el consumo o la adquisición del producto o servicio que ofrece la empresa. Es decir, la encargada de generar demanda entre los potenciales consumidores. Su función es, en otras palabras, sugestiva. Motiva un apoyo o despierta un deseo que se traduce en un beneficio empresarial para la empresa patrocinadora. Su influencia en el mercado es patente, y se relaciona estrechamente con esta citada capacidad de persuasión, la cual se basa en la gama de sensaciones y anhelos que el publicista ha de encontrar o conmover a travĆ©s del mensaje que envĆa su anuncio publicitario. De este modo, cada producto o servicio, cada contexto sociopolĆtico y cultural y cada segmento de mercado supone unos objetivos, una estrategia y una metodologĆa publicitaria distinta, adaptada con la mayor fidelidad posible a sus caracterĆsticas diferenciales. Por ejemplo, en la situación actual de crisis, las principales marcas y las empresas publicitarias abogan por anuncios que no hagan bandera del lujo y la ostentación, amparado en el manido prestigio de figuras de la fama y los sobados escenarios exclusivos e inalcanzables, sino que prefiere posicionarse a pie de tierra, hacer hincapiĆ© en la identificación entre usuario comĆŗn y producto y no forzar su credulidad, sustituida entonces por la ironĆa, el lenguaje coloquial y la sabidurĆa popular, la originalidad, la sorpresa y el impacto mediante la frescura y el gracejo, asĆ como la apelación a los valores humanos y el respeto social.
Siguiendo estas premisas, la estrategia publicitaria de la empresa debe enfocarse hacia la cumplimentación de unos objetivos concretos, establecidos de antemano, y que comporten una motivación para los trabajadores de la empresa, un reto realista a conseguir tanto en favor propio como de la firma. Estas metas especĆficas deben hallarse coordinadas y ser compatibles con los objetivos generales de la empresa, instaurados por su plan de mĆ”rquetin y, en un rango superior por los objetivos estratĆ©gicos formulados a largo plazo. Son, ademĆ”s, objetivos que deben cuantificarse. Es decir, expresarse en unas cantidades numĆ©ricas determinadas, extraĆdas a partir de estimaciones verosĆmiles y realistas de acuerdo con la cuota de mercado y las caracterĆsticas productivas de la entidad, ligadas a unos plazos de tiempo delimitados e igualmente factibles, a un mercado restringido por cuestiones de edad, sexo, franjas culturales o Ć”reas geogrĆ”ficas.
Ā«Mantenga unos objetivos razonables. El exceso de ambición es el gran fallo de la mayorĆa de las estrategias. No quiera dirigirse a todo el mundo. No venda un producto para todas las ocasiones, no pida a la gente que cambie sus costumbres profundamente arraigadas sino solamente deĀ marcaĀ», seƱalaba en su obra teórica David Ogilvy, uno de los padres próceres de la publicidad contemporĆ”nea.
La publicidad permite conferir visibilidad y relevancia social a un producto, una marca o una empresa; promocionar las ventajas, los beneficios y los factores diferenciales que la convierten en apetecible o le hacen destacar sobre el resto de sus competidores; desarrollar un posicionamiento de la empresa dentro de un nicho del mercado, definiendo su misión y motivación esencial y sus valores primordiales; descubrir un nuevo producto o señalar las imprescindibles innovaciones que aporta su uso a la vida cotidiana del consumidor; fomentar el consumo de un producto o servicio; mejorar, maquillar o corregir la imagen proyectada al exterior por una entidad determinada.
Son objetivos que pueden alcanzarse mediante un sinfĆn de tĆ©cnicas y herramientas: anuncios televisivos, radiofónicos y en prensa escrita, paneles y vallas, seƱalizaciones, rótulos, guĆas, anuarios, folletos, catĆ”logos, reparto de octavillas en mano y por buzoneo, hombreas anuncio, publicidad por correo, publicidad en puntos de venta, paneles en medios de transporte como autobuses, aviones, o taxis, objetos de merchandisingā¦
La expansión y el alcance universal que proporciona Internet y las redes sociales abren, por otro lado, un mundo nuevo para la publicidad. En este campo es donde se sitúa una de las mÔs solicitadas herramientas publicitarias contemporÔneas: la publicidad viral.
El mÔrquetin viral consiste en la propagación de un mensaje por medio del boca a boca informÔtico. O sea, su emisión, reproducción y multiplicación por parte de los propios usuarios de la red, sin mayor intervención de la empresa publicitaria. Un proceso que imita la actuación de los virus informÔticos, de ahà su nombre. Entre sus virtudes se encuentra la extremada economicidad de la campaña y la posibilidad de alcanzar una notoriedad impensable por otros medios y en un plazo de tiempo excepcionalmente corto. La cuestión, obviamente, es dar con la tecla. Varios de los métodos mÔs habituales son, por citar algunos, la implicación de una importante cantidad de personas en una actividad llamativa o extravagante, ofrecer una fórmula de entretenimiento rÔpida, sencilla y vistosa para un usuario, generar intriga acerca de los resultados finales de una acción, jugar con la duda entre realidad o ficción (los montajes), avivar los sentimientos colectivos, comunitarios y solidarios del internauta, promocionar la imitación y expansión de lo visionado en la publicidad.
AsĆ pues, un exitoso anuncio viral puede tener como localizaciones de rodaje el salón o el jardĆn de una casa y como protagonista un tierno infante vestido con disfraces de Halloween, baberos bordados cariƱosamente por la abuela o unas simples camisetas divertidas. El caso es que despierte una emoción en el espectador lo suficientemente intensa u original para que este sienta el impulso irrefrenable de compartir con conocidos y desconocidos lo que acaba de experimentar.